Mochila al hombro

viernes, 21 de julio de 2017

Cuando me di cuenta de todo lo que había hecho ya estaba del otro lado del mundo.

Me parecía absurdo, y quizás lo era, pero una buena mañana me desperté con un pensamiento en la cabeza: "Me voy".

Hablé con mis padres en desayuno, les solté la idea sin pensarlo mucho. Mi madre me miró con ojos llorosos y mi padre trató de comprender mis motivos.

- Creo que lo necesito. Cambiar de aires, conocer gente nueva.
- ¿Olvidarla? - preguntó con cierta desilusión.
- No olvidarla... más bien vivir la vida como Bridgette hubiera querido que lo hiciera siempre.

Ante eso mis padres no me antepusieron excusas, por lo que al día siguiente saqué mis ahorros, mi pasaporte, unas pocas cosas y tomé el primer avión que saliera de Francia.

Me acerqué a una aerolinea y les pedí que me dieran el vuelo de la última persona que canceló.

- ¿Pero a dónde quiere ir?
- Ya le dije: al lugar donde el último de sus clientes canceló.

La recepcionista me vio con sospecha, me inspeccionó de la cabeza a los pies, miró mi mochila vieja y sin más remedio se puso a teclear en su computadora.

- La última persona que canceló fue un viaje directo a Nueva York... - suspiró sarcástica - de primera clase... - Me miró con suficiencia - ¿te alcanza?

Por supuesto que no era la primera persona que me miraba así, pasé muchas de esas antes de ser adoptado. Así que le jugué una treta. Me puse a buscar en mis bolsillos y empecé a sacar monedas y papeles que había guardado. Me los puse a contar frente a ella logrando contar sólo 20 euros.

- Tengo pasajeros esperando, si todo esto es una broma, te pido que te hagas a un lado.
- Tiene razón. No me gusta hacer transacciones en efectivo. - Saqué mi cartera roída y de ahí saqué mi tarjeta American Express Black - cobre el boleto a Nueva York de primera clase.

La recepcionista frunció el ceño y me arrebató la tarjeta, hizo el cobro y a la hora estaba abordando el vuelo directo al otro lado del mundo.

Todo el vuelo me la pasé mirando la ventanilla, me dormí y pedí vino tinto.

Entendí que fue una imprudencia haber usado la tarjeta de mi padre, pero me había dicho que la usara en casos extremos. Aunque la verdad es que sabía que no debía hacerlo más, mi nueva vida no la pasaría a expensas de mis padres, eso no sería el deseo de Bridgette.

Aterrizamos y mientras todos se fueron por sus maletas, yo sólo me acomodé mi mochila al hombro y salí de ahí sin rumbo. Salí tomando el primer taxi.

- ¿A dónde lo llevo?
- No lo sé... tengo hambre. - El taxista me miró por el espejo espantado - no se preocupe, sí tengo para pagarle. - alzó una ceja y aun dubitativo arrancó el coche.
- ¿Y como qué se le antoja?
- No lo sé... comida americana.

Y me dejó enfrente de un centro comercial.

Sentí que todo era un cliché, hubiera preferido ir a alguna otra parte, pero creo que como me vio la cara de vagabundo pensó que iba a ser lo único que alcanzaría pagar.

Lo cierto era que debí de cambiar Euros en el aeropuerto, pero imaginé que con los 10 dólares que tenía me alcanzaría.

Subí por una escalera electrica y mientras buscaba la siguiente que me llevaría a los lugares de fast food, me quedé mirando algunos aparadores. En realidad no había mucha diferencia entre estos lugares y los de casa.

Escuché ruido a lo lejos y gente que se peleaba. Como todos curioseé para saber de qué trataba y de pronto vi como un chico salió disparado de ahí.

"Ladrón" pensé. Y sin que nadie me lo pidiera corrí tras de él, vi que se dirigía al baño de mujeres, así que corrí más y antes de que pudiera cruzar la puerta lo sujeté de los brazos.

- Me temo que se equivocó de puerta señor.

El muchacho me miró con sorpresa y furia. Intentó zafarse forcejeando y ahí me di cuenta que el muchacho tenía aretes largos y dorados, además de los labios rojos.

"Ladrón y travesti" pensé.

- ¡Déjame en paz! ¡Suéltame! El verdadero ladrón está dentro.
- Sí, sí, el verdadero ladrón está dentro de ti.
- ¿Qué? No seas estúpido, el ladrón de las joyas está dentro del baño.
- Una mala excusa, los aretes los llevas en la oreja.
- ¡Esos son míos! Sueltame estúpido franchute, se va a escapar.

Me ofendí.

- ¿A quién le dices "franchute"?
- Mira, no bromeo, la persona que robó está dentro y quiero atraparla para demostrar mi inocencia.
- Cuando la policía llegue que la busque.
- Cuando eso pase se habrá ido, pierdo más el tiempo hablando contigo que entrando en acción.

Lo fui soltando, porque inmediatamente me di cuenta que podía tener razón y lo estaba juzgando al igual que lo hacían conmigo.

- Está bien - lo solté - ¡atrápalo!

Y como si la policía hubiera caminado en lugar de correr tras el ladrón, apenas llegaron y se fueron contra mi lanzándome al piso.

- ¡Oiga! ¿Qué le pasa?
- Está acusado de complicidad de robo.
- Pero yo no soy complice.
- Dejó escapar al ladrón.
- No, no, no... el garçon está atrapando al verdadero ladrón. Está en el... - de pronto se abrió la puerta, dejando caer a una mujer noqueada la cual fue golpeada de nuevo cuando la puerta regresó a su cuerpo.

El policía y yo nos quedamos mudos cuando del baño salió el muchacho de labial rojo y aretes dorados con una bolsa con el motín.

- ... baño.

El muchacho salió victorioso, como con un aura detrás de él que lo hacía deslumbrarse... creo que fue una lámpara que rompieron, aun así, ese garçon en ese momento me deslumbró.

"Ladrón, travesti y valiente" pensé. 



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