Solitarios

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Subí en el tren que me llevaría de la hermosa capital de la moda a Versalles, traía puesta una ropa sencilla dejando atrás el glamour del desfile de modas que acaba de realizar hacia apenas unos minutos. No quería ser asediada por fans o algún paparazzi que buscará su columna de ocho a costa de mi perfección.

Debía aprovechar mi estancia en el tren; lejos de guaruras que “Don Aston” mi padre, ponía para cuidar mi seguridad. Afortunadamente un puchero de mí parte fue suficiente para que no me siguieran a todas partes; lo obligué a retirarme la seguridad con la condición de no ir sola a mis eventos, así que cuando terminaban era libre de ellos.

La tarea de relajación sería fácil. Ese tren inspirándome y acompañada de mi adorado lente, me encargaría de captar los detalles más especiales y sobresalientes que a mi gusto veían quedar grabados por el simple hecho de ser inolvidables.

Comencé a recorrer los vagones en busca de imágenes que me llamaran a atención. El paisaje claro, pero después de un par ya no llamaba más mi atención. No tenía nada de especial mostrar al mundo algo que todo mundo sabía que existía.

Logré captar a ese pequeño que escondía a su cachorrito, si un policía lo veía, adiós cachorro. Mi camino me llevó luego a la cafetería en donde una mujer solitaria contemplaba atenta algo, tomé una foto y enseguida seguí su mirada.

Al fondo había una pareja de ancianos recargados uno en el hombro del otro. No pude evitar mirarlos más tiempo del normal. Me senté en una mesa cerca a la primera anciana y me dediqué a mirar a la pareja.

El amor y yo no simpatizábamos ni lo haríamos nunca. Yo no creía que existiera, pero cuando observaba escenas como estás me preguntaba en si era posible que existiera. Después miré de vuelta a la mujer que observaba melancólica la escena, me visualice a mi misma en un futuro, sentada mirando y estudiando una pareja, aparentemente feliz, aparentemente enamorada y pensando si era posible que existiera.

Era raro pensar en mí de vieja, me vería similar, me veía claro con estilo y sin ese horrible sombrero tan extravagante, pero como ella; simplemente de espectadora del juego del amor, anciana, amargada y sola.

Aunque no quería llegar a vieja. Siempre había pensado que una diva como yo debía volverse una gran leyenda y para eso debía morir en plenitud, mejor aun en un escenario hasta mi último segundo de vida. Me reí de mi misma, a veces pensaba de algunas maneras tan raras.

Iba a tomar una foto de esa silueta dibujada de manera natural en una puerta de madera cuando observé detrás de ese cristal, me encontré con la mirada más triste que había visto en mi vida. Y sí la mirada melancólica de la señora me había causado alguna impresión antes ahora se quedaba muy atrás.

De pronto estaba de nuevo atrás en el tiempo. Sentí confusión, terror, vacío, desesperanza, soledad, desdicha, pesadumbre y un gran deseo de desaparecer, no seguir perdida en el mundo. Me encontraba en una vida errónea y sin sentido en la que no podía hacer ya nada más para recuperar lo perdido.

La mirada me había atrapado de tal manera y transmitido de golpe todas esas emociones que inmediatamente sentí dolor. Los miles de recuerdos caían de golpe.

No podía hacer nada para volver a la vida a mi mejor amigo. Estaba frente a mí muerto en vida, sin ganas de nada. Mi familia ya no existía, nada era ni sería jamás igual; el hueco acompañado de dolor intenso no cesaba, solo que esta vez no era mi propio dolor; estaba sumida en el dolor del chico de mirada luminosa que estaba frente a mí sumido en sus propias sombras de soledad que ni con todo eso lograban ocultar su resplandor ¿me vería yo así en la peor época de mi vida?

Era un chico que iba sólo en un compartimiento. Perdido completamente en sus pensamientos, con esa mirada que causó un escalofrío que entumeció y recorrió todo mi cuerpo. Esa mirada encargada de provocar todos esos sentimientos, que desgraciadamente para él ahora yo no estaba sola y que lo hacía sentir eso mismo que siempre me comparaba, de lo que tanto huía tratando de olvidar.

Lo comprendía tan bien. Me metí en el compartimiento sin hacer ruido y me senté frente a él. Tomé una revista de una de las mesitas que estaban cerca y fingí leer. Ni siquiera tuve que esforzarme en hacerlo, no se percató de que lo estaba espiando descaradamente. Seguía perdido, herido y en un lugar lejos de aquí, lejos de mí, aunque su cuerpo estaba frente.

Lo estudié por un rato. Era guapo cierto, un chico que si alguien simplemente miraba en la calle vería como común, pero si prestaba mayor atención y se daba el tiempo de observarlo, de ver su mirada se daría cuenta de su importancia, bueno no era raro, las personas pasan tan aprisa que nunca perciben nada.

Sus rasgos eran europeos, unos grandes y carnosos labios rojos, recordé a blanca nieves, su nariz era pequeña y respingada, traía jeans, converse y una sudadera color negro. Su arreglo lucía fatal y tan perdido, pesé a todo su mirada seguía invitando a contemplar esa intensidad de color marrón.

Sin pensarlo tomé una fotografía, afortunadamente había desactivado el flash desde las fotos anteriores para no llamar la atención y la iluminación de esta era el propio atardecer que se colaba por la ventana.

Al mirarlo sentí desesperación, Vi reflejado también parte del sufrimiento de mi hermano y el gran dolor que sentía, tampoco a él podría ayudarlo. Y de verdad quería hacer más para que no se sintiera así, pero quien era yo para entrometerme sin que me pidieran opinión.

Se me antojaba decirle miles de palabras que me hubiera gustado escuchar en ese momento de soledad, que me hubiera gustado que alguien dijera, que alguien inventara o mintiera para que yo me sintiera un poco mejor. Tantas como le había dicho yo a Darian, tantas que nunca nadie pronunció.

No sé cuanto tiempo paso así. Cuando reaccioné pude ver las luces de Versalles, estaba apunto de llegar a mi destino. Busqué dentro de mi bolsa mi libreta. Saqué un bolígrafo rápidamente.


Cuando sientas que el final llegó, levántate. Saca fuerzas de los mejores recuerdos. Guarda todo lo malo en un cajón. Lleva contigo las cicatrices orgulloso, mostrándole al mundo que duelen y que pesé a eso sigues en pie. No estás sólo y jamás lo estarás. Y si necesitas un abrazo no dudes en pedirlo, como tampoco dudes sonreír para iluminar con eso la vida de los demás.

Ten fe. R.A.


Caminé hasta estar frente a él, quien de golpe al sentir mi presencia regresó a este mundo. Nos miramos un par de segundos. Instintivamente besé su frente y lo abracé-suerte-murmuré en su oído, entregué la nota y salí del compartimiento. No quería mirarlo. No quería romper mi promesa de jamás llorar y si lo volvía a ver ahora mismo a la cara en ese estado no me contendría más

Jamás olvidaré ese rostro, que me hace creer que no estoy sola, que hay alguien más sintiendo exactamente lo mismo a quien para variar no pude ayudar tampoco. Existe alguien por allí sintiendo igual, alguien que sin darse cuenta me salvo de sentirme la única atrapada en un lugar sin sentido sola…