Mientras corremos

viernes, 21 de julio de 2017

Me temo que se equivocó de puerta señor- eso me enfurecio. Estaba preparando la letania de palabrotas que iba a decirle cuando lo observe de reojo. Era él... el chico de la mirada triste del tren... Intente zafarme forcejeando sin dejar de mirar la entrada del baño para que la curiosidad de mirarlo nuevamente no volviera a mi.

- ¡Déjame en paz! ¡Suéltame! El verdadero ladrón está dentro-grite.

- Sí, sí, el verdadero ladrón está dentro de ti-me dijo devolviendo mis ganas de golpearlo por más que fuera el chico melancólico.
- ¿Qué? No seas estúpido, el ladrón de las joyas está dentro del baño.
- Una mala excusa, los aretes los llevas en la oreja- en ese momento me percate de que ahora mismo parecía un chico con aretes.

- ¡Esos son míos! Sueltame estúpido franchute, se va a escapar- el dudo un instante y aflojo el abrazo
- ¿A quién le dices "franchute"?- el tono en su voz me hizo querer sonreír.
- Mira, no bromeo, la persona que robó está dentro y quiero atraparla para demostrar mi inocencia.
- Cuando la policía llegue que la busque.
- Cuando eso pase se habrá ido, pierdo más el tiempo hablando contigo que entrando en acción-estaba planeando el modo más rápido de lograr zafarme de su abrazo pero el aflojo ¿o acaso había creído en mi?

- Está bien ¡atrápalo!

Antes de que tuviera tiempo de dudar sali corriendo al lugar. Afortunadamente el baño lucía desertico. Antes de que alcanzará a cerrar la puerta tomé a la pequeña mujer de cabellera teñida de rubio barato y la arrastre a fuera.

- No voy a permitir que una copia Channel como tú se salga con la suya culpando a inocentes-trato de aventarme sin contar con mis reflejos. Me rasguño en el rostro cuando trato de encajarme  las uñas sin embargo logré darle un golpe en el estómago, aproveché su entretenimiento  para arrebatarle el bolso.

La arroje por la puerta aproximandome a la zona donde los policías ahora acorralaban a mi ayudante ladrón.

- ¡Ahí tienen a su ladrona! Deberían dedicarse a realizar bien su trabajo y no andar culpando personas por su apariencia - grité arrojando a la mujer y el bolso ante ellos.

-Aclarado todo, y si nos disculpan...- tomé al chico de la mano y lo obligue a correr. Ni siquiera se había resistido y se acoplo a mi paso. Los guardias de seguridad comenzaron a correr tras nuestro rastro.

Corrimos por varios pasillos hasta llegar a una tienda de muebles en donde vi un armario y nos obligue a meternos mientras los perdiamos.

Mochila al hombro

Cuando me di cuenta de todo lo que había hecho ya estaba del otro lado del mundo.

Me parecía absurdo, y quizás lo era, pero una buena mañana me desperté con un pensamiento en la cabeza: "Me voy".

Hablé con mis padres en desayuno, les solté la idea sin pensarlo mucho. Mi madre me miró con ojos llorosos y mi padre trató de comprender mis motivos.

- Creo que lo necesito. Cambiar de aires, conocer gente nueva.
- ¿Olvidarla? - preguntó con cierta desilusión.
- No olvidarla... más bien vivir la vida como Bridgette hubiera querido que lo hiciera siempre.

Ante eso mis padres no me antepusieron excusas, por lo que al día siguiente saqué mis ahorros, mi pasaporte, unas pocas cosas y tomé el primer avión que saliera de Francia.

Me acerqué a una aerolinea y les pedí que me dieran el vuelo de la última persona que canceló.

- ¿Pero a dónde quiere ir?
- Ya le dije: al lugar donde el último de sus clientes canceló.

La recepcionista me vio con sospecha, me inspeccionó de la cabeza a los pies, miró mi mochila vieja y sin más remedio se puso a teclear en su computadora.

- La última persona que canceló fue un viaje directo a Nueva York... - suspiró sarcástica - de primera clase... - Me miró con suficiencia - ¿te alcanza?

Por supuesto que no era la primera persona que me miraba así, pasé muchas de esas antes de ser adoptado. Así que le jugué una treta. Me puse a buscar en mis bolsillos y empecé a sacar monedas y papeles que había guardado. Me los puse a contar frente a ella logrando contar sólo 20 euros.

- Tengo pasajeros esperando, si todo esto es una broma, te pido que te hagas a un lado.
- Tiene razón. No me gusta hacer transacciones en efectivo. - Saqué mi cartera roída y de ahí saqué mi tarjeta American Express Black - cobre el boleto a Nueva York de primera clase.

La recepcionista frunció el ceño y me arrebató la tarjeta, hizo el cobro y a la hora estaba abordando el vuelo directo al otro lado del mundo.

Todo el vuelo me la pasé mirando la ventanilla, me dormí y pedí vino tinto.

Entendí que fue una imprudencia haber usado la tarjeta de mi padre, pero me había dicho que la usara en casos extremos. Aunque la verdad es que sabía que no debía hacerlo más, mi nueva vida no la pasaría a expensas de mis padres, eso no sería el deseo de Bridgette.

Aterrizamos y mientras todos se fueron por sus maletas, yo sólo me acomodé mi mochila al hombro y salí de ahí sin rumbo. Salí tomando el primer taxi.

- ¿A dónde lo llevo?
- No lo sé... tengo hambre. - El taxista me miró por el espejo espantado - no se preocupe, sí tengo para pagarle. - alzó una ceja y aun dubitativo arrancó el coche.
- ¿Y como qué se le antoja?
- No lo sé... comida americana.

Y me dejó enfrente de un centro comercial.

Sentí que todo era un cliché, hubiera preferido ir a alguna otra parte, pero creo que como me vio la cara de vagabundo pensó que iba a ser lo único que alcanzaría pagar.

Lo cierto era que debí de cambiar Euros en el aeropuerto, pero imaginé que con los 10 dólares que tenía me alcanzaría.

Subí por una escalera electrica y mientras buscaba la siguiente que me llevaría a los lugares de fast food, me quedé mirando algunos aparadores. En realidad no había mucha diferencia entre estos lugares y los de casa.

Escuché ruido a lo lejos y gente que se peleaba. Como todos curioseé para saber de qué trataba y de pronto vi como un chico salió disparado de ahí.

"Ladrón" pensé. Y sin que nadie me lo pidiera corrí tras de él, vi que se dirigía al baño de mujeres, así que corrí más y antes de que pudiera cruzar la puerta lo sujeté de los brazos.

- Me temo que se equivocó de puerta señor.

El muchacho me miró con sorpresa y furia. Intentó zafarse forcejeando y ahí me di cuenta que el muchacho tenía aretes largos y dorados, además de los labios rojos.

"Ladrón y travesti" pensé.

- ¡Déjame en paz! ¡Suéltame! El verdadero ladrón está dentro.
- Sí, sí, el verdadero ladrón está dentro de ti.
- ¿Qué? No seas estúpido, el ladrón de las joyas está dentro del baño.
- Una mala excusa, los aretes los llevas en la oreja.
- ¡Esos son míos! Sueltame estúpido franchute, se va a escapar.

Me ofendí.

- ¿A quién le dices "franchute"?
- Mira, no bromeo, la persona que robó está dentro y quiero atraparla para demostrar mi inocencia.
- Cuando la policía llegue que la busque.
- Cuando eso pase se habrá ido, pierdo más el tiempo hablando contigo que entrando en acción.

Lo fui soltando, porque inmediatamente me di cuenta que podía tener razón y lo estaba juzgando al igual que lo hacían conmigo.

- Está bien - lo solté - ¡atrápalo!

Y como si la policía hubiera caminado en lugar de correr tras el ladrón, apenas llegaron y se fueron contra mi lanzándome al piso.

- ¡Oiga! ¿Qué le pasa?
- Está acusado de complicidad de robo.
- Pero yo no soy complice.
- Dejó escapar al ladrón.
- No, no, no... el garçon está atrapando al verdadero ladrón. Está en el... - de pronto se abrió la puerta, dejando caer a una mujer noqueada la cual fue golpeada de nuevo cuando la puerta regresó a su cuerpo.

El policía y yo nos quedamos mudos cuando del baño salió el muchacho de labial rojo y aretes dorados con una bolsa con el motín.

- ... baño.

El muchacho salió victorioso, como con un aura detrás de él que lo hacía deslumbrarse... creo que fue una lámpara que rompieron, aun así, ese garçon en ese momento me deslumbró.

"Ladrón, travesti y valiente" pensé. 



El ladrón

En cuanto terminé de realizar la pasarela de un afamado diseñador de modas decidí que era momento de guardar la depresión nuevamente en el closet.

Me coloque unos viejos vaqueros, sujete mi cabello bajo una gorra y me puse una sudadera inmensa ocultando mi figura para lograr asi fugarme del grupo de guaruras que mi padre había puesto a mi disposición.

Me puse a caminar por uno de los tantos inmensos centros comerciales de mi familia, mirando los aparadores con las miradas de desprecio de la alta sociedad. Me metí en una joyería a mirar y cuando intentaba salir de allí una mujer con ropa de imitación tropezó conmigo y la alarma de robos se activo. Al siguiente instante dos tipos encargados me sujetaron, alegando que el par de aretes que traía puestos eran parte del botín que estaba robando a la tienda.

Logré darle una patada en las espinillas a uno de ellos y salí corriendo, sin darles tiempo de reaccionar. Pude mirar a la verdadera ladrona escabullirse en uno de los baños del lado sur del almacén disimuladamente.

Corrí en esa misma dirección iba a demostrar mi inocencia y atrapar a la verdadera culpable y digo iba porque cuando intentaba introducirme al baño unos fuertes brazos me aprisionaron y una voz varonil resono en mis oídos: -Me temo que se equivocó de puerta señor.